Nos fuimos a nuestra querida Capula, un pueblo dormido por la pandemia que poco a poco comienza a despertar de la pesadilla del COVID. En la semana sus calles siguen vacías junto a su plaza principal, pero los domingos por la mañana, vemos como sus calles lentamente se vuelven a poblar de turistas que llegan desde otras localidades a visitarlos; Las improvisadas cocinerías y puestos de artesanos instalados en su calle principal “Vasco de Quiroga” vuelven a cobrar vida ya que la oferta es variada; artesanía utilitaria, tejidos, sombreros, comida típica, ropa y diferentes puestos de Catrinas de barro mexicanas, se toman Capula por lo menos por un día a la semana.
Los talleres poco a poco empiezan a producir nuevas piezas de todo tipo de artesanía mexicana. Se estima que las ventas bajaron casi un 70% durante el periodo de pandemia, fueron casi 3 meses sin vender ni producir nada. La pandemia golpeo fuerte a Capula y muchos de sus artesanos emigraron a pueblos cercanos en busca de una oportunidad de trabajo en cualquier oficio que les brinde el pan para sus familias.
El turista que iba semana a semana a comprar artesanías mexicanas, ya no los visitaban; los talleres cerraron y sus calles quedaron vacías y los pocos visitantes que iban a comprar algún tipo artesanía, no daban abasto para tanto artesano ofreciendo sus productos a precios muy bajos con tal de tener alguna ganancia para sobrevivir.
Por otro lado con más de 100.000 muertos en México, en cualquier momento se vuelven a cerrar los pueblos y ciudades. Claramente la cuarentena aquí no existe y las autoridades no pueden en controlar la pandemia menos educar a la población en el uso del cubre bocas, dejando el comercio no necesario abierto; vemos bares, restaurantes y tiendas comerciales abiertos, grandes ofertas en centros comerciales con colas de media cuadra de personas comprando, sacrificando la salud de las personas, por la actividad económica.
Ver esta publicación en Instagram
Ver esta publicación en Instagram